sábado, 29 de mayo de 2010

El Resero




"El Gaucho Resero", obra del escultor argentino Emilio Jacinto Sarniguet (1888-1943), es la única estatua de su tipo erigida en Buenos Aires para homenajear, no a un prócer ni a una encumbrada personalidad; no se trata de un tributo a un paladín ni a un general victorioso, sino al humilde arreador de reses y a su inseparable compañero, el caballo criollo.
El paso del tiempo ha sepultado al artista en una inmerecida desmemoria y sumergido a esta emblemática realización en un verdadero mar de versiones erróneas.
La confusión ganó espacio en detrimento de la verdadera historia de este singular monumento emplazado en el casco histórico del barrio de Mataderos.
Una vez tomados los primeros apuntes en "El Cardal, Sarniguet confeccionó los bocetos iniciales. Realizó luego el esqueleto de madera sobre el que modelo la arcilla, con la que fue redondeando las formas del armazón. Sobre él, hizo a posteriori el patrón de yeso de la estatua; último paso previo a la preparación de los moldes. Finalmente, sólo le restaba vaciar el bronce para darle forma definitiva al monumento.
El acrisolado de "El Resero", concebido mediante la técnica italiana de bronce hueco impuesta por Bernini, al igual que "Yaguareté" y algunas otras obras del escultor, se realizó en la fundición de "Radaelli y Gemelli", entonces ubicada en Juncal y José E. Uriburu, en pleno Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires. En la base de bronce que forma parte de la estatua puede verse claramente la firma del escultor, como así también el año de su factura (...).
A mediados de 1932 la obra ya estaba terminada y el trabajo dejó conformes tanto a su autor como al municipio que le había encargado la tarea. No obstante, Sarniguet le pidió a sus conocidos, algunos vinculados con el arte como él, otros entendidos hombres de campo, que la juzgaran y le transmitieran sus opiniones. Al verla don Manuel Güiraldes, padre de Ricardo, expresidente de la Sociedad Rural Argentina e importante hacendado bonaerense, quedó francamente admirado y valoró con emotiva sensibilidad una obra a la que consideró excelentemente lograda.
El suyo no era un juicio más, era el parecer de un experto, no sólo en caballos, premdas y aperos criollos, sino también el de un conocedor de arte que supo apreciar la espléndida calidad de la obra (...). Güiraldes llegó a emocionarse, honrado por el calificado criterio y muy reconocido por los elogios, Sarniguet tomó un escoplo y cinceló la tradicional marca de este renombrado hacendado bonaerense en el muslo izquierdo del caballo de la estatua, "del lado de montar" que era la parte del cuerpo del animal en la que se las estampaba, transformando a su obra desde ese preciso momento en la única estatua ecuestre de Buenos Aires y seguramente del país, cuyo parejero tenía grabado un signo de propiedad. Digo tenía no porque la seña hubiese desaparecido borrada por el tiempo, sino porque el caballo del último monumento de ese tipo inaugurado en Buenos Aires, el del brigadier general don Juan Manuel de Rosas, cuenta con la más famosa de las marcas de ganado que poseyó el Restaurador, una cruz griega con un círculo en cada uno de sus cuatro extremos.
Las estatua tiene características muy precisas y respeta puntillosamente tanto la vestimenta del jinete como el emprendado del caballo (...) Es además entre las varias representaciones ecuestres que hay en Buenos Aires en la que mejor y más claramente puede apreciarse el apero criollo bonaerense (...).
Las prendas del animal aparecen sencillas, casi rudimentarias pero muy prolijas y típicamente porteñas (...).
A fines de 1932 la obra fue emplazada provisionalmente frente a la Dirección Nacional de Bellas Artes en Posadas 1725, lugar en el que desde 1911 se realizaba el "Salón Nacional". El motivo era exponerla en la entrada de esa importantísima muestra que reunía y que aún hoy convoca a los más importantes artistas. El tamaño y el peso de la obra había hecho imposible exhibirla en el i8nterior del local. En esa ubicación se le tomaron dos fotografías que confundieron a varios historiadores (...).
Lo cierto es que en la vereda y sobre un transitorio pedestal, la obra permaneció durante más de un año y medio en exhibición hasta que fue ubicada en el lugar en el que hoy se halla.
Oportunamente lo aclaró Sarniguet a la revista Sintonía (...) "...ocasionalmente está en el aristocrático barrio (...) ya que su definitiva ubicación será en los Mataderos Municipales y Frigorífico Modelo por ser el destino para el que fue encargada..."
(...) José León Pagano, famoso crítico de arte, dijo con respecto a esta obra "...Con Gaucho Resero, alcamzó Emilio J. Sarniguet su obra máxima. Aún después de su consecución, aludía Sarniguet a ello con temeroso encogimiento, duda en verdad honrosa, reveladora de autocrítica poco habitual en nuestro medio (...) He aquí lo importante: la obra está realizada con innegable sentido unitario. El caballo tiene vigor plástico en su objetividad representativa, normas no siempre adoptadas en los grupos ecuestres nacionales. El pingo de este resero reúne, por el contrario, las características del caballo criollo captadas por Sarniguet con evidente justeza. Si por un lado ello reduce la monumentalidad del grupo ecuestre, por el otro atiende a su carácter representativo. Esto importaba. Dígase lo propio del jinete. No cabe confundirlo con el poblador de regiones indeterminadas. Con el resero vemos su ambiente, el de nuestras llanuras cuya vasta quietud pone tenso el espíritu en el mirar distante del gaucho...".
  • Falco, Orlando W., "El Resero, la historia de una estatua", El Escriba, Buenos Aires, 2006. owfalco@yahoo.com.ar





1 comentario: